17 de julio de 2012

Lecciones de Historia (II): Las Navas de Tolosa

Estamos en el año 2012, año del conocidísimo Bicentenario de la Constitución de 1812, la Pepa. Pero este es año de centenarios, pues también se celebra, precisamente, el de la Batalla de las Navas de Tolosa, que ayer hizo, de hecho, 800 años justos. Y como no todo va a ser bilis en este blog, hoy decido volver con una nueva "lección" de Historia.



Estamos en el Año de Nuestro Señor Jesucristo de 1212, y hace 17 años, en 1195, que el rey castellano, Alfonso VIII, es derrotado en la Batalla de Alarcos, dejando su reino peligrosamente expuesto frente al Imperio Almohade, que ocupó a partir de entonces toda la mitad sur de la Península Ibérica, llegando sus territorios casi hasta la ciudad de Toledo. Los musulmanes empiezan entonces una serie de aceifas a las ciudades sometidas que se prolongarían durante varios años.

Pero los almohades no se quedan ahí, y quieren reconquistar más tierra en nombre de Alá, por lo que preparan una nueva ofensiva contra Castilla. Con este panorama, Alfonso VIII pone en marcha una maquinaria política y diplomática descomunal. Acuerda treguas con los reyes Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, así como con la Santa Sede, que declara una Cruzada contra los infieles. Dicha declaración sirve como efecto llamada, a la que se suman voluntarios portugueses y franceses, así como varias órdenes militares como los Templarios o los Hospitalarios. En total, se juntó en Toledo un ejército de unos 100.000 soldados cristianos (que se dice pronto). Por su lado, el Sultán Muhammad an-Nasir contaba con unos 120.000 soldados musulmanes, entre magrebíes, andalusíes, almohades, turcos y senegaleses, que formaban estos últimos la llamada Guardia Negra (un grupo de esclavos atados con cadenas al suelo frente a la tienda del sultán, y que no tenían más alternativa que luchar o morir).

Así pues, ambos ejércitos salen dispuestos a la batalla, dándose el encuetro en dicha zona el viernes 13 de julio de 1212. Se producen una serie de escaramuzas durante el fin de semana y, al llegar el lunes, comienza la batalla. Los cristianos son los que inician el ataque, sobre todo para prevenir más roces entre ellos mismos debidos a la tensa espera, ya que después de salir de Toledo, desertaron unos 30.000 crisitanos por diferencias con Alfonso VIII, promotor y director de la campaña. Enfrente los esperan almohades y bereberes llamados a la yihad, dispuestos a expulsar para siempre a los cristianos de la Península. Tras la vanguardia de voluntarios cristianos, se encuentra el grueso del ejército castellano, flanqueado por navarros a la derecha, y por aragoneses a la izquierda.

Los almohades doblan en número a los cristianos en este inicio de la batalla, y sus arqueros a caballo fingen una retirada para que los cristianos los sigan y puedan contraatacar después con el grueso de su ejército, táctica que usaron en Alarcos y les sirvió a la perfección. Y ahora también funciona, y muy bien. La vanguardia cristiana empieza a retirarse debido a sus muchas bajas, y aunque se les une una segunda linea de ataque compuesta por castellanos y mílites, no pueden frenar el avance musulmán.

Viendo que pintan bastos, y muy gordos además, los reyes cristianos se lanzan con sus caballeros al ataque total. Dicha carga rompe por completo el avance de las tropas del Sultán, haciendo que los cristianos, al ver a sus reyes y caballeros cargando, cojan nuevos bríos. La acometida es tan potente, que Sancho VII aprovecha para atacar directamente a an-Nasir, atravesando la empalizada custodiada por los im-esebelen (la Guardia Negra). Se desata una carnicería dentro del campamento del sultán, que finalmente se ve obligado a huir para salvar la vida. Se producen tantas bajas, que según se cuenta, los caballos no podían ni andar, ya que no tenían suelo donde pisar. La huída de an-Nasir, además de conceder la victoria a los cristianos, les hace conseguir un ingente botín. Se dice que debido a su ataque, Sancho VII incorporó las cadenas que rodeaban el campamento de an-Nasir y la gran esmeralda que decoraba su corán a la bandera del Reino de Navarra... aunque esto, en realidad, es pura leyenda.

Tras la victoria, la Reconquista retoma un nuevo impulso por parte de los reinos cristianos, y el poder musulmán entró en un notable retroceso. Un retroceso que, en realidad, ya había comenzado y que aunque se hubiese perdido la batalla, es muy probable que no se hubiera evitado... pero sí que habría retrasado el final de la Reconquista al menos 100 años más, con todas las consecuencias que eso podría haber traído. ¿Os imagináis que Granada no es conquistada en 1492 y que, en consecuencia, Cristobal Colón no inicia su viaje a Las Indias? O, al menos, no por parte castellana, claro... Y ahora, imaginad un mundo con semejante cambio. Casi nada.

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